Carlos Fernández-Vega: México SA

Written By Unknown on Sabtu, 16 Februari 2013 | 14.21

A

garraos, que el doctor catarrito ataca de nuevo, pues con inaudita velocidad el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, transitó del temor a la placidez, de la tormenta perfecta al aquí no pasa nada, del cuidado que nos lleva el payaso a serenos, que todo lo tenemos bajo control. En síntesis, idéntico sosiego al mostrado por este personaje en 2008, año del estallido de la crisis, cuando a México, según decía, nada le pasaría por su sólido blindaje y porque la sacudida es externa.

El resultado concreto de tan exacto pronóstico es por todos conocido y padecido: la peor crisis económica nacional en ocho décadas, que para la sensibilidad del susodicho ameritó un simple calificativo: se trata, dijo, de un catarrito, en el que el país se mantiene sin visos de mejoría. De hecho, el balance económico en el sexenio del inenarrable Felipe Calderón fue el peor en tres décadas.

Pero bueno, tampoco es novedad porque a lo largo de su ejercicio como titular de la Secretaría de Hacienda y más adelante como gobernador del Banco de México, Agustín Carstens ha incursionado en el ámbito médico (el catarrito), en el naval (la economía mexicana es un barco estable) y ahora en el meteorológico (se avecina una tormenta perfecta). Falló rotundamente en sus dos primeros diagnósticos, y ahora que le atinó al tercero resulta que se echó para atrás.

Una semana atrás, al participar en un acto financiero celebrado en Singapur, el personaje advirtió que la economía mundial ha sido incapaz de salir completamente de la crisis económica y financiera que inició en 2007", por lo que mi temor es que una tormenta perfecta podría estar formándose como resultado de los flujos masivos de capital hacia algunas economías de mercado emergentes y en algunas economías avanzadas. Esto podría dar lugar a una burbuja, caracterizada por la manipulación de los precios de los activos, y el retiro masivo de los llamados capitales golondrinos, con un efecto económico contundente para las naciones receptoras (como México), de tal suerte que debemos estar preparados para enfrentar un mayor entorno en el que persistan debilidades y vulnerabilidades por un tiempo. Y estoy hablando de años, no sólo meses.

Y para rematar dijo que "las crisis financieras tienden a imitar la presión arterial alta. En la jerga médica se conoce la presión arterial elevada como 'el asesino silencioso'. Me temo que estamos expuestos a demasiados 'asesinos silenciosos' en los sistemas financieros modernos y es nuestro deber descubrirlos a tiempo", y Agustín Carstens oportunamente encendió las señales de alarma, y no sin razón, pues la mexicana es una de esas economías emergentes que puede resultar con mayor daño si se registra un retiro masivo de inversión especulativa.

Un ejemplo no muy lejano de lo anterior fueron los Tesobonos, al cierre de 1994, que en plena crisis por los errores de diciembre le costaron al erario alrededor de 30 mil millones de dólares, pagados en unos cuantos días por el gobierno de Zedillo, tras las presiones, no precisamente gentiles, del gobierno gringo, pues una buena proporción de los poseedores de tales títulos era de nacionalidad estadunidense, más de los especuladores mexicanos, que tampoco se caracterizaron por su amabilidad. El resultado fue devastador.

Tras la advertencia del doctor catarrito en Singapur, La Jornada documentó el grado de vulnerabilidad de la economía mexicana: "la inversión extranjera en valores gubernamentales emitidos en el mercado local alcanzó un nuevo máximo histórico en enero de 2013. La cuantía a la que han llegado estos recursos de corto plazo al sistema financiero, un flujo de fondos que Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, describió esta semana como 'la tormenta perfecta', alcanzó un punto en que inversionistas del exterior son los acreedores de más de una tercera parte de los valores en circulación, de acuerdo con datos oficiales" (Roberto González Amador).

El monto en circulación de valores gubernamentales en el mercado financiero local llegó a 4 billones 376 mil 234 millones de pesos el 25 de enero pasado, fecha de la última actualización de datos por el Banco de México. Es una cantidad superior en 16 por ciento a la registrada un año antes. En una perspectiva más amplia, la cifra se ha multiplicado por cinco en la última década, dado que en enero de 2003 era de 851 mil 834 millones de pesos, establecen las cifras del banco central. Cada vez es mayor la participación de inversionistas extranjeros como poseedores de esos bonos de deuda. La razón está en las tasas de interés que se pagan en México, en torno a 4.3 por ciento anual, en comparación con rendimientos menores a uno por ciento en mercados de países desarrollados, como Estados Unidos o los europeos (ídem).

Del catarrito a la fecha, la presencia en México del capital especulativo (el asesino silencioso) se ha incrementado 480 por ciento, de acuerdo con la información del propio Banco de México, y algo espeluznante es que en el país no se aplica ningún tipo de restricción o impuesto a la salida de ese dinero del mercado financiero, es decir, puede salir con la misma facilidad con la que entró; en junio de 2008, al inicio de la crisis financiera, los inversionistas extranjeros tenían capitales en bonos de la deuda del gobierno mexicano por 274 mil 585.13 millones de pesos, 13 por ciento del total en circulación; al 25 de enero pasado, el monto en circulación de valores gubernamentales llegó a 4 billones 376 mil 879 millones de pesos, de los que 36 por ciento (un billón 594 mil 790 millones de pesos) está en poder de extranjeros.

He allí la tormenta perfecta y el primer candidato a sufrirla: México. Sin embargo, el doctor Carstens así como dice una cosa dice otra, o si se prefiere tiene el don de desmentirse, y anteayer aseguró que nuestro país no está en esa circunstancia (la burbuja) ni presenta vulnerabilidad importante (el asesino silencioso). ¿Qué tiene México de especial como para esquivar el golpazo meteorológico pronosticado por el propio ex secretario de Hacienda? Pues funcionarios maravillosos que viven en el éter y que para efectos internos todo lo ven color de rosa.

Las rebanadas del pastel

Por cierto, en Singapur Carstens cerró así su discurso: hay vida después de la crisis, como México puede testificar. Hemos sufrido crisis recurrentes en los años setenta, ochenta y noventa, cuatro totalmente auténticas crisis en 30 años. Pero hemos estado libres de crisis durante los últimos 18 años (¡¡¡!!!). Hemos roto el hechizo, siguiendo principios muy simples, incluso cuestión de puro sentido común. ¿Y la de 2008-2009 qué fue? Pues un simple catarrito.

cfvmexico_sa@hotmail.com


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