P
or promesas ningún gobierno se detiene, pero la realidad es tan canija que tarde que temprano pasa la factura y resulta inevitable la comparación de unas con la otra. Así, en los últimos treinta años, cuando menos, el marcador ha sido apabullante, y la segunda ha masacrado a las primeras, las cuales, de cualquier de suerte, no dejan de fluir, ante la presencia o ausencia de notario.
Entre las muchas promesas del nuevo
gobierno está la de alcanzar una tasa anual promedio de crecimiento de 5 por ciento, proporción que, dicho sea de paso, resulta insuficiente para sacar al país del hoyo en el que se encuentra desde hace tres décadas. No recuerdo si esta promesa se firmó ante notario, pero el hecho es que esa es la oferta concreta. Dadas las crecientes necesidades internas, esa proporción no alcanza, aunque sin duda alguna 5 por ciento resultaría infinitamente mejor que el raquítico 1.8 por ciento que para vivir mejor
reportó el sexenio de Felipe Calderón.
El problema es que tal oferta se lanza justo cuando la economía mexicana ha entrado en una notoria fase de desaceleración y sin mayor tablita de salvación
que el vecino del norte, cuyo destartalado motor económico está peor que el mexicano, lo que ya es decir. Pero no sólo eso, pues los aliados naturales
del régimen, los grandes empresarios (por sus fortunas, no por su compromiso con el país) fortalecen una de sus principales líneas de acción: exportar
sus capitales para invertirlos en terceros países, como si el nuestro no lo necesitara.
Como parte de esto último, vale recordar lo que ha documentado La Jornada (Roberto González Amador): en los 12 años en los que el Partido Acción Nacional gobernó el país, de 2000 a 2012, la transferencia de recursos (privados) al exterior sumó 210 mil 800 millones de dólares. De esa suma, empresas y ciudadanos mexicanos enviaron a cuentas bancarias 58 mil 424 millones de dólares; otros 93 mil 870 millones de dólares fueron utilizados por nacionales para realizar negocios fuera de México y el resto está clasificado bajo el rubro de ´otros´. El monto de recursos que los particulares mexicanos enviaron al extranjero durante el sexenio pasado (el de Calderón), ya sea para depositarlos en cuentas bancarias o para emprender negocios, fue más del triple del registrado en la primera administración federal a cargo del PAN, de 2000 a 2006
.
Prometer e incumplir no empobrece al gobierno, pero sí al país. Como recientemente se comentó en este espacio, seis gobiernos al hilo incumplieron, y por mucho, sus ofertas de crecimiento económico. En el balance, José López Portillo se comprometió a lograr una tasa de crecimiento del PIB de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982 (compromiso plasmado en su Plan Global de Desarrollo), pero sólo alcanzó 5.7, el mejor en las últimas tres décadas, a pesar de todo.
Ya con el neoliberalismo instalado en Los Pinos, Miguel de la Madrid ofreció 5.5 por ciento anual, pero a duras penas libró 0.34 por ciento; Carlos Salinas de Gortari ofreció 6 por ciento anual, pero sólo concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que cuando menos llegaría a 5 por ciento, aunque no pasó de 3.5; Vicente Fox juró y perjuró que sería de 7 por ciento anual, pero de milagro reportó 2.2 por ciento, y Felipe Calderón prometió 5 por ciento anual y en los hechos milagrosamente promedió 1.88 por ciento. Si esos cinco gobiernos hubieran cumplido con lo prometido en materia de crecimiento económico, México hubiera triplicado el valor y el tamaño de su economía, pero la realidad es muy canija y la boca de los gobernantes muy grande.
Toca el turno a la administración de Enrique Peña Nieto (cuyo equipo económico básicamente es el mismo que ha operado en los últimos treinta años -incluidos los relevos generacionales, las herencias familiares y las cuotas de las tribus tecnocráticas-, porque el área económico-financiera del sector público se ha constituido no sólo en una suerte de monarquía, sino en una verdadera cuan poderosa mafia) y su oferta de crecer 5 por ciento anual.
En este contexto, los primeros en decir que difícilmente se alcanzará esa meta son los especialistas del sector privado, encuestados periódicamente por el Banco de México. Se trata de los 33 grupos de análisis y consultoría económica del sector privado nacional y extranjero más reconocidos (por el gobierno federal y el propio banco central), a los que se les puede acusar de muchas cosas, menos de anti neoliberales.
Así, estos grupos (los gurús de la siempre feliz famiglia financiera del sector público) consideran que en el primer trienio de Peña Nieto en Los Pinos el promedio de crecimiento económico no pasaría de 3.89 por ciento anual (3.54 en 2013; 3.97 en 2014 y 4.16 en 2015), con ganas de que en los hechos se obtenga una proporción todavía menor, producto de la desaceleración interna y, sobre todo, de la observada en el vecino del norte, del cual México depende en grado sumo.
Y la perspectiva no se modificaría en la segunda mitad del gobierno peñanietista. De hecho, tales especialistas pronostican que la tasa anual promedio en los próximos diez años no pasaría de 3.96 por ciento, con lo que en la mira está otra década de resultados insuficientes para las necesidades reales del país, que se sumaría a las tres anteriores con los resultados antes descritos. Si se considera la información ya conocida de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón, y se suma la proyección para los siguientes diez años, entonces el panorama es desolador, pues en 40 años la economía mexicana habría crecido a un ritmo anual promedio de 3.16, o lo que es lo mismo, la mitad de los que el país necesita como mínimo para salir del hoyo.
Nada grato el panorama y menos la perspectiva, sobre todo cuando se recuerda que en los círculos del poder político-empresarial nadie está dispuesto a tocar la política económica ni con el pétalo de una rosa, no obstante el tenebroso historial de fracasos que arroja el modelito. Por el contrario, los que se consideran los dueños del país aprietan aún más las tuercas, porque, esa es la única forma de resolver los problemas y la única vía para que finalmente el bienestar llegue a los bolsillos de los mexicanos
(si es que a la larga alguno de ellos sobrevive).
Las rebanadas del pastel
La desaceleración económica en México es más que obvia, pero la Secretaría de Hacienda mantiene el discurso de la solidez
y descarta ajustar las expectativas de crecimiento
para 2013. ¡Cuidado!, no vaya a ser que el catarrito
los vuelva a agarrar con los dedos en la puerta.
cfvmexico_sa@hotmail.com
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