E
l diario británico The Financial Times (FT) es muy conservador en sus posiciones editoriales en materia política y, por lo tanto, económica. Lo mismo ocurre en general con las opiniones de quienes firman en él sus columnas. Aun así, desde la perspectiva de la City, el centro financiero londinense, ha mantenido una postura bastante crítica con la gestión de la crisis del euro que se hace desde Bruselas y Francfort y con el liderazgo rígido del gobierno alemán.
Estas políticas del llamado eurogrupo, del Banco Central Europeo (BCE) y de la canciller Merkel, y el ministro de finanzas, Schauble, al que se suma con entusiasmo el FMI, se basan en aplicar una severa recesión productiva para ajustar los niveles del gasto y la deuda pública de los países miembros del euro. El resultado ha sido un fuerte y duradero aumento del desempleo, con caída de los ingresos, de la recaudación del gobierno, la reducción de los servicios públicos, como salud y educación.
Las ventajas de tal ajuste se han concentrado, precisamente, en Alemania que es el segundo país con más exportaciones del mundo, sólo después de China. Los bancos alemanes están muy comprometidos con las deudas, públicas y privadas, en otros países de la zona y están siendo protegidos de modo cada vez más evidente.
El descontento por los efectos tan adversos del ajuste y la desigualdad regional que está provocando se dejó ver a las claras en los rescates bancarios que se han hecho, primero en Grecia y ahora en Chipre. En este último, ya no son sólo cuestiones de índole fiscal con profundas repercusiones sociales, sino que tiene ya otras que se han tornado de tipo confiscatorio.
Hace unos días, Tony Barber, que escribe en las páginas del FT, publicó una nota sobre la crisis en Chipre y dijo sin tapujo que lo que ahí han hecho los líderes de la eurozona con los depósitos asegurados de los pequeños ahorradores en los bancos equivale a un robo legalizado. Además de haberse disfrazado tal medida como una contribución al rescate financiero del país.
Igualmente, barrió al presidente Anastasiades por insistir en aligerar la carga para los depósitos millonarios (el seguro cubre hasta 100 mil euros por depósito por banco) de extranjeros que se concentraron en ese país, principalmente en los dos mayores bancos y que provienen en su mayoría de ciudadanos rusos. A estas alturas de lo que pasa en Europa hace ya cinco años, en lo de Barber casi se puede advertir una sombra anarquista del controvertido Proudhon y hasta del viejo Kropotkin.
Lo intrincado del asunto chipriota tiene que ver con varios aspectos de esta etapa de la era global. Entre ellos está lo disfuncional del arreglo del euro en términos económicos y financieros, y que exponen también los límites políticos del sistema de integración de la Unión Europea.
Chipre era un paraíso fiscal usado ampliamente por muy grandes depositantes rusos; se calcula que muchos de ellos son de origen ilegal, en un momento en que hay mucha atención en la prevención del lavado de dinero y su relación con grupos criminales. El gobierno ruso tiene interés en el aprovisionamiento de las reservas de gas de la isla. La comisión europea y el BCE han sido señalados como responsables de la falta de supervisión en las bancos chipriotas, donde el sistema financiero padecía una verdadera hipertrofia y era la principal fuente de crecimiento de la economía.
Vaya, que todo parece apuntar a una crisis anunciada e ignorada. El caso es que el país que aporta sólo 0.2 por ciento del PIB de la zona euro ha puesto aún más al descubierto las contradicciones del sistema regional, las fricciones financieras que existen y la pérdida de rumbo en el ajuste económico con su enorme desigualdad.
El aspecto confiscatorio del rescate bancario en Chipre ha sido especialmente controvertido. Puede compararse con otro tipo de confiscación y ver así la diferencia. En España ha habido desde 2008 alrededor de 400 mil ejecuciones hipotecarias y una parte muy grande de ellas ha terminado en desahucios. El conflicto se ha hecho mayúsculo y se ha criminalizado a esos deudores.
Pero no es lo mismo deber, a lo que se suma la forma de gestión de ese tipo de deuda por parte del gobierno y los tribunales para intervenir en el conflicto con los acreedores, que depositar los ahorros en un banco. En ese caso dicha institución es el deudor que obtiene un rendimiento por nuestro dinero. Su obligación es salvaguardar los recursos de los depositantes y en este caso se favorece al deudor y se castiga de nuevo a la gente. Esto acaba siendo un pésimo arreglo social y no podrán eludirse las consecuencias políticas más allá de esa isla.
En Chipre se castigó al acreedor, lo que afectaría incluso a aquellos que quedan dentro del límite del seguro. Esto equivale a un quiebre legal e institucional de primer orden económico, es no sólo una confiscación, sino un verdadero robo como bien ha dicho Barber. Aunado a eso, los alemanes acrecientan su poder en la zona con un alto costo político regional. Y se aproxima el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial; pero eso por ahora es sólo una efeméride.
Esto ha prendido la alarma en la euro zona, ya que representa un riesgo potencial para quien ahorra en los bancos. Hasta ahora los políticos europeos, muy mediocres por cierto, han negado que esto siente un precedente. Quien puede creer algo al respecto luego de las experiencias que la gente ha tenido alrededor del mundo durante más de tres décadas.
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