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a pregunta flota en el ambiente. ¿Cómo se va a lograr la disminución de los precios de electricidad? Sólo hay dos maneras: 1) incrementando los subsidios; 2) disminuyendo los costos de producción del fluido eléctrico. Lo primero iría en contra de todos los señalamientos actuales. Datos oficiales muestran que en 2012 se destinaron cerca de 100 mil millones de pesos para subsidiar a los consumidores, primordialmente residenciales, lo que alcanzó 0.65 por ciento del PIB y, muy probablemente, cerca de 0.75 por ciento del PIB este año. Una disminución de precios de energía eléctrica por esta vía sería muy delicada. Además de ir contra de lo señalado en junio por el mismo gobierno actual, justo en la presentación de la Estrategia Nacional de Cambio Climático (ENCC), cuando aseguró que era necesario racionalizar aún más el subsidio a los energéticos, entre ellos la electricidad, como medio de abatir las emisiones de gases de efecto invernadero, primordialmente CO2.
Así, lo que resulta más realista es pensar en una disminución de costos de producción. Se puede lograr por diferentes vías. A decir de los últimos estados financieros oficiales, se tendrían que bajar los costos de operación o los financieros, o ambos. Si nos concentramos en los primeros, habría cuatro rubros que aminorar: los de explotación, la depreciación, los gastos administrativos y los costos por obligaciones laborales. Lo más realista y significativo es pensar en una disminución en el importante rubro de combustibles, principal componente de los costos de operación y uno de los más significativos de los costos totales.
La concentración se justifica aún más si recordamos la metodología aprobada por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) para el pago a permisionarios de electricidad que entregan su fluido producido al suministrador, a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Se determina con base en el famoso costo total de corto plazo (CTCP). ¿En qué consiste este CTCP? El texto oficial lo indica: corresponde al costo unitario de la energía eléctrica proveniente de una planta, determinado durante el periodo de que se trate, incluyendo el costo de los energéticos utilizados y todos los costos variables de operación y mantenimiento en los que dicha planta incurra como resultado de las actividades de generación y transmisión de la energía hasta el punto de interconexión del permisionario
.
Y éste, a su vez, se integra por la suma de dos componentes: 1) el costo unitario variable de generación de la planta marginal, que incluirá el costo de los energéticos utilizados, tales como: carbón, combustóleo, gas natural o diésel y su transporte, así como los costos de agua, productos químicos, lubricantes, manejo de cenizas, en su caso, y materiales consumibles en $/kWh; 2) el costo unitario variable de transmisión, determinado por el incremento o decremento en el costo por los efectos originados por la transmisión entre la planta marginal y el punto de interconexión del permisionario, también en $/kWh.
Cabe aclarar un concepto fundamentalísimo en este CTCP, el de la planta marginal, la unidad generadora con mayor costo unitario variable de generación y cuya energía eléctrica puede ser sustituida por la planta del permisionario. En buen romance y al margen de polémicas teóricas –importantes, sin duda– esto significa que todas las centrales que operan en un momento dado para cubrir la demanda de electricidad, sean privadas o sean públicas, deberían recibir la remuneración de la planta marginal. Y considerando –como de hecho sucede– que el componente principal y más importante del CTCP es el variable de generación, y que de éste el más relevante es el del combustible, podemos concluir que a todas las centrales que operan para atender la demanda –horaria, por ejemplo– se les remunera el costo variable del combustible marginal, sin duda el más elevado de todos los que se utilizan en ese momento horario.
Hay elementos complementarios o reglas generales, como por ejemplo la de exceptuar de la definición de planta marginal a aquellas que garantizan el llamado despacho mínimo
, que permite dar confiabilidad al sistema. Pero lo cierto es que para cada hora de operación del Sistema Eléctrico Nacional, la planta marginal es la del combustible más costoso por kilovatio-hora de todos los utilizados. Y esto, como se podrá comprender, depende, a su vez, de dos factores: 1) el precio por unidad de calor primario de cada combustibles, el que resulta de la primera transformación; 2) el volumen requerido por cada central eléctrica para generar un kilovatio-hora, lo que a su vez depende de la eficiencia de la central, identificada por el calor primario necesario para producir ese kilovatio-hora. ¿Cómo, entonces, puede bajar el precio de la electricidad? De manera primordial –que no única– con la disminución del CTCP. Y este sólo puede bajar por una disminución del precio del combustible o un aumento de la eficiencia. O por ambos. Es claro que en México no es posible en este momento –incluso es de dudarse que se pueda lograr en un futuro inmediato– bajar el CTCP, determinado en lo fundamental por el combustóleo, cuyo calor primario se cotiza cerca de los 15 dólares por millón de unidad térmica británica (MMBtu). Y que el gas natural –del que no tenemos suficiente– se cotiza en poco menos de cuatro dólares por MMBtu.
Además, y simplificando un poco, podemos decir que las eficiencias de las centrales que utilizan combustóleo están por debajo de 40 por ciento y las que utilizan gas por encima de 50 por ciento. En suma, esto significa ahorros del orden de 80 por ciento. Muy atractivos, sin duda. Este razonamiento hace imaginar que ya se pueden bajar las tarifas. Pero eso no es cierto. No hay capacidad suficiente para generar todo con gas. Ni gas natural suficiente para hacerlo, en caso de que la hubiera. Y todavía más. En este último caso es evidente el enorme riesgo de generar todo con un solo combustible. Enorme. Tampoco hay certidumbre de que los precios del gas y del combustóleo seguirán guardando ese enorme diferencial. Ya hay mucha discusión en el mundo sobre ello. Y gran incertidumbre al respecto. Así, aun de lograr la superación de todas las limitantes actuales y de lograr un manejo adecuado de las incertidumbres señaladas, es evidente que esa baja de tarifas no puede ser inmediata. De veras.
NB Un abrazo amistoso a la familia de Emilio Caballero Urdiales, profesor, compañero y amigo entrañable de nuestra querida Facultad de Economía de la UNAM. Descanse en paz.
antoniorn@economia.unam.mx
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