A
demás de entregar la riqueza petrolera a las empresas trasnacionales y de avanzar aún más en la privatización de la generación eléctrica, otro de los objetivos de la reforma constitucional en materia energética que pretenden aprobar próximamente el PRI y el PAN es aumentar la producción nacional de gas natural a partir de la explotación del llamado shale gas, con inversión de empresas principalmente estadunidenses.
La urgencia
con la que el gobierno presenta la necesidad de que empresas privadas extranjeras exploten este hidrocarburo se basa en dos argumentos principales: hay una crisis nacional de abastecimiento de gas natural y Pemex no tiene la capacidad ni la experiencia para la extracción de shale gas.
Veamos el primer tema. A partir de mediados de los 90, el gobierno mexicano (PRI y PAN sin distinción) decidió emprender una política de sustitución del combustóleo (un derivado del crudo) por el gas natural, principalmente para la generación de energía eléctrica y en menor medida para la industria. El argumento central era que el gas natural permitía usar una de las tecnologías más eficientes de generación eléctrica, el ciclo combinado, lo que repercutía en menores costos y ahorros de energía. De esta forma entre 1996 y 2012, el consumo de gas natural para generación eléctrica creció siete veces. El único problema que no previeron nuestros brillantes gobernantes (o no les importó) fue el de asegurar la producción y aprovechamiento de gas natural que se requería para hacer funcionar dichas plantas. De esta forma, para el mismo periodo, la importación de este combustible aumentó 13 veces, de 84 a mil 89 millones de pies cúbicos diarios.
El crecimiento de las plantas de ciclo combinado ha sido principalmente privado a partir de la figura de productores independientes de electricidad. Hoy por hoy, prácticamente todo el gas que se importa se destina a la operación de las plantas de electricidad privadas1.
Para la importación de gas se construyeron tres plantas (también operadas por privados) para recibir gas natural licuado proveniente de diferentes regiones del mundo como Qatar (45 por ciento), Nigeria (28 por ciento), Perú (16), Indonesia (6 por ciento) y Yemén (5 por ciento), con contratos millonarios de transporte a empresas como Repsol. Sin embargo, lo más absurdo de esta historia no se ha contado aún. Al mismo tiempo que se compraba gas en el exterior cada vez más caro, se quemaba en la atmósfera de nuestro país casi la misma cantidad que se importaba (en algunos años fue el doble), por no hacer las inversiones necesarias en la recuperación de gas en los pozos asociados del sureste mexicano2.
Producto de esta aberrante política, el año pasado y éste, México registró una crisis de abasto de gas natural que obligó incluso, a aumentar las importaciones de combustóleo para la industria (sí de ese combustible que decidimos dejar de producir).
Mientras esta situación ocurre en nuestro país, Estados Unidos con Obama, decidió promover una política de seguridad energética más agresiva que la de Bush. De esta forma, ha aumentado su producción de crudo y de gas natural y ha promovido con mayor intensidad el desarrollo de otras fuentes de energía, entre ellas, las renovables. En el caso del gas, la orientación fue a la explotación en formaciones llamadas no convencionales a partir del llamado shale gas.
El shale gas es gas natural que se encuentra en formaciones geológicas profundas y dispersas, donde abundan las lutitas o el esquisto (entre otras). Dado que estas rocas tienen baja permeabilidad, es necesario fracturar la roca hidráulicamente para permitir que el gas ascienda a la superficie. La fractura requiere, por cada pozo, cerca de 20 mil litros de agua, la cual a su vez, se mezcla con agentes tóxicos. Para deshacerse del agua contaminada, ésta se inyecta a kilómetros de profundidad. La extracción de shale gas, además de intensiva en uso de agua y contaminante, requiere de grandes extensiones para su extracción, ya que deben hacerse una enorme cantidad de pozos para poder obtener suficiente gas. Esto ha hecho que países como Francia hayan impuesto una moratoria en la fractura hidráulica (fracking) hasta no conocer los alcances de los impactos ambientales. De acuerdo con el Departamento de Energía de Estados Unidos, México tiene grandes reservas prospectivas de shale gas principalmente en los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, justamente en aquellos estados en donde hay carencias en el abastecimiento de agua.
La apuesta del shale gas para México es un verdadero absurdo, sería el colofón de una triste historia y un anunciado desastre ecológico.
La crisis del gas natural es el mejor momento para orientar al país a un verdadero programa de uso eficiente y fuentes renovables de energía, en una visión de integración y participación de la sociedad y las comunidades locales. Para ello no se requiere ninguna modificación a la Constitución y menos la entrega de nuestros recursos a las empresas trasnacionales.
1Los datos provienen de la Secretaría de Energía, del Sistema de Información Energética y la prospectiva de gas natural.
2Recientemente se han hecho ajustes para reinyectar el gas natural disminuyendo la quema.
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