Escena cotidiana en un asentamiento irregular en la ciudad de MéxicoFoto Francisco Olvera
N
o transcurre día sin que nuestra distinguida cuan resultona clase política destine parte de su valiosísimo tiempo a exaltar los grandes logros
obtenidos por la aprobación de tal o cual reforma
y, desde luego, su gran impacto
en lo que a generación de empleo formal se refiere. Si la creación de plazas laborales se midiera por número de discursos pronunciados, México, sin duda, sería el paraíso. Pero, como siempre, realidad mata perorata.
En este contexto, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) señala que la situación del mercado laboral mexicano refleja claramente las condiciones de vida en las que se encuentra una sociedad, de tal suerte que no se pueden entender los elevados niveles de pobreza sin considerar la creciente precarización del empleo. Derivado de ello se tiene la debilidad del mercado interno: bajos salarios y pérdida de prestaciones sociales son aliados del desempleo que merman la posibilidad de generar desarrollo económico y social
.
Aumentar la productividad de una economía no sólo pasa por incrementar la inversión en infraestructura, tecnología, maquinaria y equipo, también debe considerar el factor humano, mejorar las condiciones laborales y de vida de la población, justamente una de las fallas estructurales que México ha enfrentado en los últimos 30 años.
Bajo dicho marco, la reforma laboral ha sido puesta a prueba y a corto plazo su saldo no es favorable. Durante la mayor parte de 2013 la tasa de desocupación disminuyó ligeramente respecto a los niveles a los que le llevó la crisis de 2009, pero sin poder regresar a su situación previa. La serie de modificaciones constitucionales avocadas al mercado laboral enfrentaron dicho entorno, pero la desaceleración y la realidad estructural de la economía mexicana han limitado su alcance.
Durante el primer trimestre del 2014 las condiciones no mejoraron, por el contrario se ha revertido la tendencia a la baja que exhibía la desocupación, y con ello ha definido el escenario que enfrentará el mercado laboral mexicano para el resto del año. La tasa de desocupación promedio de los primeros tres meses fue de 4.8 por cienrto, igual a la reportada durante marzo. Con ello la condición del empleo es similar a la de 2013, cuando el bajo crecimiento económico afectó la capacidad de emplear a más personas.
Además, el reporte de marzo presentado por el Inegi señala algunos aspectos dignos de resaltar en términos sociales y económicos: el desempleo en las mujeres nuevamente alcanzó una tasa de 5 por ciento, con lo cual su tendencia nuevamente va al alza, y la tendencia de la desocupación total se vuelve a incrementar.
Las entidades que generan casi la mitad del producto interno bruto registran una tasa de desocupación abierta superior al promedio nacional: Distrito Federal (6.26 por ciento), estado de México (6.03), Nuevo León (5.62), Jalisco (5.27). Dicha situación implica que la mayor parte de la población y del aparato productivo no tienen condiciones favorables para crear riqueza. En marzo, los estados de la República con mayor tasa de desocupación fueron Tabasco (6.71 por ciento), Coahuila (6.36) y Aguascalientes (6.31).
El 88 por ciento de las personas desocupadas tienen experiencia laboral, con lo cual se demuestra que tener conocimientos productivos no garantiza encontrar un empleo. Una situación similar ocurre para el caso de quienes tienen algún grado de estudios de nivel medio superior o superior, pues 78.9 por ciento de los desocupados tienen dicho nivel de preparación. Estos dos elementos señalan que el problema de la desocupación no reside en la falta de experiencia o preparación por parte de los mexicanos, en realidad tiene que ver con el bajo valor agregado que genera la economía, lo cual implica que no se requieran personas calificadas. En consecuencia, los factores que deberían favorecer la movilidad social, educación y experiencia laboral, no están funcionando en México
.
Un elemento adicional que se desprende de lo anterior es que para elevar la productividad laboral del país no bastará con emprender programas de capacitación o realizar ferias para promover la contratación, en realidad se necesita aumentar la inversión productiva, ampliar y abrir nuevas empresas en sectores productivos que permitan emplear a la gente calificada que tiene el país. Para ello se requiere financiamiento y un marco fiscal que promueva la inversión en desarrollo de tecnología propia, construcción, maquinaria y equipo nacional.
Si bien la tasa de desocupación es menor en las entidades con mayor pobreza (por ejemplo Chiapas, 2.7 por ciento; Guerrero, 2.04; Michoacán, 3.2, y Oaxaca, 3.4, ello no es atribuible a que tengan un mejor entorno económico, sino que la emigración hacia otras entidades de la República o a Estados Unidos atenúa
dicho desequilibrio.
Si se comparan los resultados de marzo de 2014 con los de igual mes de 2013, el avance de la precarización laboral se observa en el indicador de la tasa de ocupación parcial y de la desocupación (11.4 contra 10.4 por ciento); la tasa general de presión laboral (8.8 contra 8.3); la tasa de subocupación (8.3 contra 7.8), y la tasa de condiciones críticas de ocupación (12.2 contra 12). El aspecto favorable
de la información del Inegi al cierre de marzo pasado es la reducción
de la población ocupada en el sector informal: 28.1 contra 28.6 por ciento. Aun así, la tasa de informalidad laboral pasó de 58.03 a 58.42 por ciento de la población económicamente activa.
El IDIC subraya que reactivar la generación de empleo y mejorar las condiciones del mismo es un aspecto en el que se debe trabajar más allá de la reforma laboral; deben aplicarse políticas públicas de fomento y encadenamiento productivo, porque sólo fortaleciendo la inversión se podrán crear oportunidades suficientes para atender las necesidades demográficas de México. Para ello se requiere la participación de la iniciativa privada y de la inversión pública productiva; sin dicha colaboración no se podrá solucionar uno de los mayores desafíos económicos y sociales que el país ha enfrentado en las últimas tres décadas
.
Las rebanadas del pastel
No es el único, desde luego, pero al lumpenlegislador Javier Lozano hay que reconocerle su capacidad para construir consensos. Por ejemplo, en el asunto de la ley de telecomunicaciones todas las medallas se las llevó él: tramposo
, prepotente
, grosero
, mentiroso
, chivaloca
, gato del gran capital
, porro
, autoritario
, marioneta de los poderes fácticos
y las que acumule. Queda claro que con este tipo de personajes, México no requiere de mayores enemigos.
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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