L
a firma del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) marca con toda claridad el inicio del derrumbe agrícola de granos básicos en México, de la autosuficiencia alimentaria estratégica, y desde luego de la economía familiar de millones de pequeños productores del campo.
En 1995 el país sembraba 12.5 millones de hectáreas de los cuatro básicos de nuestra ali-mentación (maíz, frijol, trigo y arroz), y en este año siembra de ellos escasamente 10.0 millones de hectáreas (Gráfico 1), la mis-ma superficie de 2013.
A pesar de esta reducción de la superficie sembrada, la producción conjunta de estos básicos logró seguir creciendo aunque a una tasa media anual de sólo 0.8% y pasar de 23.5 millones de toneladas en 1995 a 27.5 millones en 2013 (G-2), rezagándose respecto al consumo interno el cual fue cubierto con crecientes importaciones que casi se han triplicado: de 4.3 millones de toneladas en 1995 a 12.4 millones en 2013.
Según estimaciones de Sagar-pa, en este año la producción de los cuatro básicos aumentará un 2.8% y llegará a 28.3 millones de toneladas, de las cuales 22.9 millones serán de maíz, 3.9 de trigo, y 1.3 de frijol (G-3), aumentos que obedecen a un factor climático favorable y al empeño de los productores, y no a políticas acertadas del gobierno que son inexistentes.
Ciertamente en los últimos años (2011-2014) se registra una cierta reducción de las importa-ciones de básicos tanto en tér-minos de volumen (-0.9% anual) como en porcentaje del consumo (-0.3% anual), particularmente en el caso del maíz (G- 4); ello asumiendo que las estimaciones para 2014 sean acertadas.
No obstante, estas reduccio-nes de importaciones no obede-cen a una estrategia deliberada, sino fundamentalmente a una re-ducción del consumo de granos básicos (-0.6% anual en el pe-ríodo 2011-14), y del consumo per cápita (-2.1%) (G-2).
El desprecio al campo
A dos años de distancia, es un hecho que el actual gobierno federal, al igual que sus antecesores sigue sin entender que aun en la globalización hay límites, que en el caso del agro y los alimentos se materializan en todos los países, y no se diga en los avanzados, a través de medidas efectivas de protección y apoyo a sus productores: regulación de importaciones (el caso del azúcar que exportamos a Estados Unidos es un ejemplo reciente), precios remunerativos, subsidios, infraestructura, planeación, créditos preferenciales y aseguramiento, reservas, y otros apoyos específicos.
En el polo opuesto, aquí el gobierno sólo apoya al campo en sus discursos y con programas insustanciales pero en la práctica lo sigue hundiendo. En el caso del maíz, a las dificultades de venta y el ruinoso precio al productor de 2 mil 900 pesos por tonelada en 2013, cuando fue de casi 5 mil en 2011, precio justo, en este año se gesta un golpe peor con precios en torno a 2 mil 700 pesos/ton (G-5). Eso sí, la tortilla sigue por las nubes (un kilogramo de maíz rinde 1.5 kilogramos de tortilla aproximadamente) al igual que otros derivados industrializados.
Si bien el maíz es el cultivo más importante, sus productores no son los únicos en zozobra; también lo están los productores de frijol, arroz, sorgo, frutales, hortalizas, leche, carne y prácti-camente la totalidad de los pe-queños y medianos productores del campo que producen para el mercado interno.
La pradera está seca y el gobierno jugando con cerillos.
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