L
as condiciones económicas del país no son, para nada, las esperadas a estas alturas del sexenio. Las situación social y política dista en extremo de las previsiones originales del gobierno. También difieren mucho de las expectativas que tenían sobre esta administración los grandes negocios e inversionistas de dentro y fuera. El capital foráneo aprovechó al máximo la ventaja de la estabilidad de los precios y del tipo de cambio para valorizar sus depósitos en pesos. El escenario es hoy muy distinto y se ha dejado notar con severidad.
Para los trabajadores, las condiciones son muy apretadas por la cantidad y calidad de los empleos y las bajas remuneraciones. Los ingresos efectivos se han comprimido por el alza de los impuestos y de los precios; la gente consume menos, y ese no es nunca un buen signo de la fortaleza de una economía. El incentivo para invertir y ahorrar es muy poco. La lenta y frágil recuperación de la actividad productiva no tendrá un vuelco notorio en los siguientes meses.
El próximo será muy complicado para la gestión de las finanzas públicas. Este es el punto en el que se concentrarán las presiones económicas, financieras y sociales. Estas últimas han acrecentado su exigencia en los meses recientes. Son demasiados los requerimientos de gasto del sector público frente al límite de las fuentes de los ingresos de que se dispone. Las finanzas estatales son sociales y ahora esto ha quedado expuesto por las fragilidad reinante.
La política de impuestos conforme a las pautas de la reforma hacendaria entró en vigor en enero de este año. Según el gobierno, no habrá más de ellos ni aumentos en las tasas. La recaudación aumentó en estos meses principalmente por concepto del impuesto al valor agregado; hasta septiembre se había recaudado más, casi 17 por ciento, que en el mismo lapso de 2013. El impuesto sobre la renta, que representa más de la mitad del ingreso tributario del gobierno, cayó 2.6 por ciento en el periodo. Y en el caso de las contribuciones sobre productos y servicios, el alza de la recaudación fue de 49 por ciento, pero sólo representa 3.2 por ciento de los impuestos. No se puede gravar mucho más del consumo masivo luego de las bebidas saborizadas y alimentos de alto contenido de calorías. El costo político será demasiado grande si se intenta esta vía. El Partido Revolucionario Institucional no puede darse ahora ese lujo como a finales de 2013.
Por el lado del petróleo, el escenario previsto ha dado un vuelco de 180 grados. La situación de Pemex es muy delicada financieramente, pues la plataforma de producción es más reducida. La empresa está en completo off side. La dependencia de los ingresos petroleros, que sigue siendo del orden de una tercera parte del total, hacen que la situación se crítica. Las condiciones de los contratos privados en el marco de la reforma energética, tanto de petróleo y electricidad, han quedado en jaque, en medio de la guerra de precios y la política de producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Por el lado de la deuda, la Secretaría de Hacienda prevé una reducción de los requerimientos financieros de 9.8 por ciento del PIB en 2014 a 8.3 en 2015, al bajar tanto el endeudamiento como el crédito para pagar las amortizaciones del año. A ver si salen las cuentas. El gobierno es un devorador de recursos y su efectividad es muy baja.
Habrá que ver cómo se dan las presiones sobre el presupuesto para que esto se valide en el mercado. Además, el monto total de financiamiento depende igualmente de la disposición de los dos grandes bancos comerciales y del segundo estrato de los siguientes tres bancos, que en conjunto representan casi cuatro quintas partes de la cartera de crédito total para que los previsiones se cumplan. Esto, a su vez, tiene que ver con el crecimiento de la producción y con los niveles de endeudamiento y mora. En la cartera de crédito al consumo, los niveles de ambas variables han ido en aumento.
La fiscalidad es crucial para los ciudadanos, representa una medida concentrada de las condiciones económicas de los hogares, tanto por el lado de sus ingresos como del lado de la recepción de los servicios que debe proveer el gobierno. Los ingresos ya fueron severamente castigados este año. Mientras no se recupere la tendencia del crecimiento y a tasas mucho más aceleradas de las que en promedio se han dado en las últimas dos décadas, el ingreso disponible será muy limitado y la situación general muy frágil. En el caso de los servicios no se advierte una mejora significativa en la prestación de los más básicos: educación, salud, vivienda, pero sobre todo está la inseguridad, en términos de la integridad física y la protección del patrimonio.
En tanto no se atienda de manera radical la profunda desintegración social asociada con la inseguridad, la impunidad y la corrupción, será ineficaz cualquier arreglo fiscal de mediano plazo. Pero además de eso, en el plazo inmediato, es decir, a partir de pasado mañana, cuando empezará 2015, no se advierte una reconsideración en materia fiscal para adaptarse a las condiciones diametralmente diferentes en que está el país.
Los saldos de las cuentas públicas se expresan en términos de pesos, pero su expresión real es un severo deterioro social que está pasando una muy onerosa factura al Estado y al gobierno. Sin arreglo social no hay arreglo fiscal duradero. Sólo quedan complacencias técnicas.
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