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na vez que Naomi Klein (NK) señala que las crisis han de ser declaradas como tales para constituirse, y que no sólo los políticos pueden hacer tales declaraciones (se han negado a darle al cambio climático este carácter) sino también lo pueden hacer los movimientos masivos, señala que el cambio climático, si se trata como una verdadera emergencia, podría convertirse en una fuerza catalizadora para la humanidad
(This Changes Everything. Capitalism vs the Climate, Simon and Schuster, 2014, p. 7). Narra que una vez que superó el miedo de sumergirse en la realidad científica de la amenaza climática, dejó de delegar el problema en los ambientalistas y dejó de decirse a sí misma que era un problema de otros, empezó a ver muchos caminos por los cuales el cambio climático podría ser una fuerza galvanizadora para, entre otras cosas, reconstruir y revivir las economías locales; rescatar las democracias de la corrosiva influencia corporativa; bloquear nuevos, y dañinos, tratados de libre comercio y rehacer los vigentes; invertir en la agonizante infraestructura pública; recuperar la propiedad pública de servicios esenciales como energía y agua; rehacer nuestro sistema agrícola enfermo; y respetar los derechos a la tierra de los grupos indígenas. Para ella, todo lo anterior ayudaría a ponerle fin a los niveles grotescos de desigualdad entre naciones y al interior de ellas. También indica que la urgencia de la crisis climática podría ser la base de un poderoso movimiento de masas que podría enlazar todos estos temas aparentemente dispersos en una narrativa coherente sobre cómo proteger a la humanidad de los estragos de un sistema económico salvajemente injusto y de un sistema climático desestabilizado
(pp.7-8). Concluye:
Escribí este libro porque llegué a la conclusión de que la acción climática podría proveer precisamente dicho raro catalizador. Pero también lo escribí porque el cambio climático puede ser catalizador de una diversidad de transformaciones sociales, políticas y económicas muy diferentes y mucho menos deseables
(p.8)
Continúa señalando que en su libro anterior (La doctrina del shock. El surgimiento del capitalismo de desastres) describió los resultados de su investigación sobre cómo los shocks extremos (crisis económicas, desastres naturales, guerras y ataques terroristas) cambian las sociedades, particularmente su sentido de lo que es posible, la mayor parte de las veces para mal. Añade que los intereses corporativos han explotado estas diversas formas de crisis para forzar políticas que enriquecen a una pequeña élite
, al eliminar regulaciones, recortar el gasto social e imponer la privatización en gran escala de la esfera pública. También han sido la excusa para severas medidas restrictivas de las libertades civiles y para escalofriantes violaciones de los derechos humanos
. (p. 8) Señala que hay muchas señales (enumera algunas que ponen los pelos de punta) que el cambio climático no será la excepción, que la crisis va ser otra vez incautada para repartir todavía más recursos al uno por ciento. Encontrar nuevas maneras de privatizar los comunes, y lucrar con el desastre, es para lo que está hecho nuestro sistema. Dejado a sus propios dispositivos, no es capaz de hacer otra cosa
. La doctrina del shock, sin embargo, añade, no es la única respuesta de las sociedades. A veces reaccionan como lo hicieron en la primavera árabe y en los movimientos masivos de Grecia, España, Chile y Estados Unidos. Pero deja claro que estas protestas muestran que decir no es insuficiente. Para que los movimientos de oposición sean algo más que luces efímeras requieren de una visión plena de lo que debería emerger en lugar del sistema que va cayendo, así como estrategias políticas para alcanzar los objetivos
(p.10). Dice que hay una historia de victorias importantes de los pueblos para la justicia económica y social en medio de crisis de gran escala, como las políticas del New Deal (Nuevo trato) después de la Gran Depresión o los programas sociales implantados después de la Segunda Guerra Mundial. Para NK el cambio climático representa una oportunidad de mayor escala aún para revigorizar la democracia y ampliar los comunes.
Portada del libro The Shock Doctrine, de Naomi Klein (2007, Nueva York)
Los fracasos de las cumbres de la ONU sobre el cambio climático nos llevan a la dura conclusión de que nadie viene a salvarnos, que estamos solos. Pero "en lugar de responder con alarma y de hacer todo lo que esté en nuestro poder para cambiar el curso, la mayoría de la humanidad está, concientemente, continuando por el mismo camino. Y pregunta: ¿Qué está mal con nosotros? Explora varias respuestas, como las dificultades de poner de acuerdo a los gobiernos, o la ausencia de soluciones tecnológicas reales, o rasgos de nuestra naturaleza humana, o que ya no hay nada que hacer. Las analiza y las va desechando. Sobre la última, dice que aunque los tiempos están apretados, si nos comprometemos, mañana, a cortar radicalmente las emisiones de combustibles fósiles y empezar la transición hacia fuentes de energía de cero-carbón, aunque habría efectos como el alza del nivel del mar, podríamos evitar el calentamiento más catastrófico. Pero no estamos cortando las emisiones, sino aumentándolas. Da su respuesta:
No hemos hecho las cosas necesarias para disminuir las emisiones porque entran en conflicto fundamental con el capitalismo desregulado, la ideología reinante. Estamos atascados porque las acciones que nos darían la mejor probabilidad de evitar la catástrofe –y que beneficiarían a la mayoría– son muy amenazantes para la élite minoritaria que tiene un dominio completo sobre nuestra economía, nuestro proceso político, y sobre la mayoría de los medios de comunicación. Este problema podría no haber sido insuperable si se hubiera presentado en otro punto de nuestra historia. Pero es nuestro gran infortunio colectivo que la comunidad científica haya formulado su diagnóstico decisivo sobre la amenaza climática, en el momento preciso en el que estas élites están disfrutando más poder político, cultural e intelectual que en ningún otro momento desde los años veinte… El problema medular es que el dominio total que la lógica de mercado impuso sobre la vida pública en este periodo, hace que las respuestas más directas y obvias al cambio climático parezcan políticamente heréticas. ¿Cómo, por ejemplo, podrían las sociedades invertir masivamente en servicios públicos e infraestructura de cero-carbón en tiempos en los que la esfera pública está siendo sistemáticamente desmantelada y subastada? ¿Cómo podrían los gobiernos regular, fijar cargas impositivas y penalizar a las compañías productoras de combustibles fósiles cuando todas estas medidas estaban siendo descartadas como 'reliquias del comunismo'? ¿Y cómo podría el sector de energías renovables recibir el apoyo y protección requeridos para remplazar a los combustibles fósiles, cuando el 'proteccionismo' se ha vuelto una palabra sucia?" (pp.18-20).
Aquí NK derrumba el mito de que el mercado 'libre' global triunfó en las urnas; muestra que lo hizo explotando a poblaciones y países conmocionados (shockeados) por desastres. Usa eventos desastrosos como ejemplos para explicar el funcionamiento de la doctrina del shock: aprovechar la desorientación de la población que resulta de shocks masivos para imponer terapia económica de shock. Establece conexiones sorprendentes entre política económica, la doctrina militar de conmoción y pavor (que consiste en el uso de un poder abrumador que paraliza la percepción enemiga del campo de batalla y destruye su voluntad de combatir) y experimentos de electroshock y privación sensorial encubiertos de la CIA en los años 50, que ayudaron a escribir los manuales de tortura hoy utilizados en Guantánamo.
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