E
n esta serie de entregas empecé enumerando las siguientes tendencias que anuncian el fin del capitalismo: 1) El cambio climático que puede conducir a la sexta extinción; 2) el fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado como resultado de la automatización generalizada; 3) la creciente concentración de la riqueza y el ingreso; 4) el estancamiento económico como estado permanente del capitalismo monopolista financiero; 5) la crisis alimentaria mundial; 6) fin de la ilusión que la democracia y el capitalismo actual son compatibles; 7) disminución creciente del poder de los medios de comunicación masivos centralizados (favorables al capitalismo monopolista financiero) y crecimiento acelerado de Internet, de las redes sociales y de la telefonía celular, que por su carácter horizontal pueden ser medios contra-hegemónicos. He analizado con cierto detalle las cuatro primeras tendencias y he sostenido que el fin del capitalismo está sobre-determinado. Que aun si supusiéramos que el cambio energético se hiciese muy rápido en el seno del capitalismo mismo, y se lograse detener la sexta extinción estabilizando la temperatura del planeta (lo cual es muy dudoso), las otras tendencias generarán catástrofes sociales y políticas de gran envergadura que podrían conducir a una buena sociedad pos-capitalista o a una dictadura capitalista represiva y a una regresión histórica inimaginable, en la cual quedaría muy poco de vida civilizada. Las tareas pendientes son complejas: completar el análisis de todas las tendencias; hacer explícitas las interacciones entre ellas, y reflexionar sobre lo que tenemos que hacer para paliar los daños y lograr una transición gradual a un poscapitalismo que tenga los rasgos de la sociedad a la que aspiramos. Empecemos con lo último.
Lo primero y más urgente es frenar drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero para reducir los efectos del cambio climático al mínimo posible, evitar la sexta extinción y el derrumbe de la civilización. Como hemos visto, Naomi Klein es convincente cuando señala que tenemos que declarar al planeta en su conjunto (y a cada uno de los países) en crisis, en estado de emergencia, para darle viabilidad a la adopción de medidas como las que se ponen en vigor en guerras, crisis económicas agudas o desastres naturales. La transición a fuentes energéticas no fósiles tiene que hacerse muy rápido y eso sólo se puede lograr con intervenciones fuertes de los estados nacionales y de los organismos internacionales (ONU, OMC, FMI, BM, etcétera): mediante prohibiciones; racionamiento, con cuotas decrecientes, de producción y uso de combustibles fósiles; impuestos muy altos a la emisión de gases invernadero y fuertes subsidios a la producción y distribución de fuentes limpias de energía y creación de empresas estatales para tal fin. Por ejemplo, la fabricación de vehículos automotores 100 por ciento de combustión interna tendría que prohibirse (con un corto periodo de gracia) y mantener, durante un periodo de transición sólo fabricación de vehículos híbridos y 100 por ciento eléctricos para después, incluso, eliminar la fabricación de híbridos. La transición a electricidad generada por fuentes limpias, como lo analiza con detalle Jeremy Rifkin en dos de sus libros más recientes (La tercera revolución industrial, 2011, y La sociedad de costo marginal igual a cero, 2014, ambos publicados en español por Paidós) implicará un giro de 180 grados al ir de la generación centralizada en grandes plantas a generación descentralizada, convirtiendo cada edificio y cada casa en micro-plantas de generación de electricidad fotovoltaica y eólica. Los millones de micro-plantas generadoras estarían conectadas en redes (un Internet de energía), en la que cada micro-planta vierta a la red sus excedentes y tome de la misma cuando tenga déficit.
Portada, edición original, de uno de los libros de Rifkin citados en el texto
La automatización creciente de casi todas las actividades económicas está llevando al fin de la sociedad salarial o sociedad centrada en el trabajo pagado. Ganarás el pan con el sudor de tu frente
, dice el Génesis, y podemos añadir: y por la humillación de tu espíritu
. Maslow escribió que la experiencia puede revalorar las necesidades más prepotentes (las fisiológicas): un hombre que ha dejado su trabajo para mantener la autoestima, y pasa hambre durante seis meses, puede estar dispuesto a volver a trabajar incluso al precio de perder su amor propio
. Heilbroner ha argumentado que en la historia de la humanidad hay tres maneras de resolver el problema económico fundamental, que define como la movilización de la energía humana para el trabajo: la tradición, la coacción o látigo literal, y el látigo metafórico del hambre. A pesar del carácter monótono de trabajo y las humillaciones impuestas, el proletario no puede dejar su trabajo porque está dominado por el látigo del hambre.
La creciente contradicción entre la automatización y la sociedad salarial, que anuncia el fin del capitalismo, ha propiciado diferentes propuestas para resolver un desafío que podría resultar en un apocalipsis global. Rifkin, en su libro El fin del trabajo, 1995, propuso reducir la semana laboral y promover actividades sin fines de lucro en lo que llama tercer sector o economía social, más allá del mercado y el sector público. Este sector se promovería a través de incentivos fiscales y el gobierno pagaría un salario social a los que 'tengan un empleo" en este sector. Esto puede interpretarse como un intento de salvar al capitalismo, aunque Rifkin sostiene que el capitalismo constituirá una proporción cada vez menor de la economía del futuro, mientras que el tercer sector iría creciendo su participación. Su propuesta no está en línea con el enfoque de renta básica o ingreso ciudadano universal, que él sólo discute. Martin Ford (The Lights in the Tunnel, 2009) también ha propuesto una salida que busca salvar al capitalismo. Él reconoce que con el fin de preservar el mercado de masas en una economía en gran medida automatizada, tenemos que proporcionar una alternativa a los empleos. Necesitamos un mecanismo que pueda poner en manos de los consumidores un flujo de ingresos confiable. No hay alternativa real, excepto que el gobierno proporcione algún mecanismo de ingreso para los consumidores
. Para financiarlo, Ford propone recuperar los salarios perdidos, como consecuencia de la automatización, a través de impuestos. Los ingresos que los desplazados por la automatización recibirían serían desiguales y dependerían de tres factores: el nivel de su educación, la participación en actividades cívicas de la comunidad, y su conducta positiva para el medio ambiente. Podría decirse que es un ingreso básico condicional y desigual, que no sería universal sino focalizado a las personas directamente afectadas por la automatización. Ambas propuestas son insuficientes y no muy consistentes. La propuesta coherente, que he explorado en Economía Moral en otras ocasiones, es la del ingreso ciudadano universal Suficiente e Incondicional (ICUSI), al que volveré en próxima entrega.
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